Parece que al traductor traducir le va llenando vacío existencial que se va creando a su alrededor. Y ese vació no es más que el tiempo que pasa frente a la pantalla, al manual, a la enciclopedia y a las bases de datos. Tiempo precioso en el que el traductor está haciendo lo que precisamente menos le agrada: documentarse. Los traductores son grandes conocedores de todo y de nada, su saber es anecdótico diría. Poseen cultura de esa que llaman "general", que no llega a ser cultura, como la fast food, que no llega a ser comida. Algunos se especializan, y ese vacío de tiempo que pasan leyendo para el trabajo lo podrían utilizar para salir, para entrar, para ese momento de la vida que el resto de profesionales suelen llamar "ocio" y que el traductor hace tiempo que vendió por un cacho de pan. Y eso pesa y duele.
A veces me parece que ser traductor es como vender el alma al diablo. En ese caso no es el alma lo que vendes en sí, sino el tiempo libre, tiempo de reencontrarte, de ir de cervezas o el de las añoradas reuniones entre amigos. El traductor desde el principio confundió la vocación utópica de ser erudito, con la de documentarse encerrado en cuatro paredes más o menos espaciosas, y hace tiempo que confundió su trabajo con la vocación. De hecho el traductor se repite una y otra vez que esa es su vocación. Porque aunque a todos nos guste salvar vidas, operar a corazón abierto durante doce horas nadie lo desea. Pero después te vas de cervezas a celebrarlo. El que traduce traduce las veinticuatro horas del día, que se juntan con las veinticuatro del día siguiente, hasta dar por terminada la traducción y la revisión de la traducción y la revisión segunda y la tercera, no fuera que quedara algún punto negro. Y traducir tres mil páginas en un día es una tentadora necesidad que no podemos confundir con el placer de hablar francés rodeados de música o de conversar en inglés tomando un whisky. Y quizás sea en esa confusión en la que muchos traductores acaban bebiendo whisky al documentarse, o pensando que un bordeaux es una buena manera de comenzar el día inspirado.
